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¡sigue la cuerda! .....

TOKONOMA

TOKONOMA

 

Tokonoma, es el nombre que recibe una pequeña alcoba en una casa tradicional japonesa en la que se expone desde tiempos inmemoriales una serie de elementos relacionados con sus creencias, rituales o ceremonias religiosas. Esta estética y forma de exponer objetos, no solo relacionados con la creencias o rituales, sino también con el arte, se extendió a la exposición del bonsái. Con ello, se expresa los sentimientos del artista y da recibimiento, de forma tan particular, al visitante de la casa y en muchas ocasiones varía de composición cada día, cambiando sus componentes.

Esta mañana cuando he salido al jardín de casa he recordado ¡hoy hago yo el Tokonoma! No me había acordado en toda la semana. Muchas veces he pensado proponer a Carlos hacerlo, pero por no interrumpir su estructura de clase, a pesar de que nos lo ha ofrecido en otras ocasiones y por dejar a los que ahora les toca por el curso, no me he atrevido, así que aprovecho la oportunidad para agradecer su propuesta a los veteranos.

Y efectivamente, no sin pudor he decido exponer de esta forma, para contar una pequeña historia personal, muy personal, y pido disculpas por ello. Es una historia en homenaje a un lugar muy especial para mi y a la vez homenaje a mis padres, que me está rondando especialmente estos días y quizá, hacerlo y contarlo me ayude.

La historia comienza hace 62 años, cuando mi padre por razones de trabajo, decide comprar una parcela en un pueblo de Guadalajara para construir una casa como segunda residencia donde poder dejar a su familia (mujer y 9 hijos) durante época estival y resto de vacaciones, en vez de en el piso habitual y a la vez, estar cerca de su puesto de trabajo. En verano, él iba y venía desde allí al trabajo en vez de quedarse solo en el piso.

Hace 58 años estrenamos la vivienda y hemos pasado desde entonces, nuestros veranos, pero también Navidades, puentes, fiestas, Semana Santa, fines de semana etc etc y el pueblo se convirtió sin serlo entonces, en nuestro pueblo. Allí nos hemos criado, y hemos pasado mil historias, hemos hecho amigos, hemos pasado celebraciones, fiestas, también sinsabores y tristezas como no podía ser de otra forma. Se convirtió con el tiempo en nuestro sitio de referencia, nuestro lugar más querido.

Recuerdo con siete u ocho años la salida del colegio de los viernes por la tarde, en invierno, mi madre nos recogía en el seiscientos y sin pasar por casa, una mano la cartera de los libros y en la otra el balón de fútbol, rumbo a Sigüenza. Desde entonces nos sentimos todos seguntinos, algunos incluso se casaron con gente de su pandilla seguntina, amigos que conservamos lo han contemplado.

Mi padre murió hace 14 años y mi madre hace 9 y mantuvieron este lugar como patrimonio y unión familiar. Sitio de reunión, aunque ya cada uno tuviéramos nuestras propias familias.

Por razones que no vienen al caso y  con la falta de mis padres, entre los 9 se decidió vender hace unos años y en enero pasado lo hemos hecho. Este sábado voy a despedirme del sitio, de mi casa. Hemos conseguido el objetivo pero perdemos nuestra referencia. Es un sentimiento agridulce.

La casa tiene una buena colección de árboles, cedros, arizónicas, nogales, pinos, ciruelos, tuvo álamos y tilos y hasta un sauce llorón (estos últimos ya no están) y jardinería como diferentes variedades de rosales, aligustres, o durillos longevos de gran valor. Todos con más de 50 años, grandes árboles, pero el más especial y símbolo de la casa es un viejo Prunus cessarifera pisardii, a unos metros de la entrada a la vivienda. Nos ha recibido siempre de mil formas, desnudo, con nieve, en flor, con su hoja púrpura, con fruto, y deshojándose nuevamente para el nuevo invierno. Nos representa, nos acompañaba y a la vez es parte de nosotros, es uno más. Ahora, pensando en nuestra marcha definitiva, me cuesta mucho, ¡Me cuesta un mundo separarme de él!

La piedra representa la tierra, el paisaje de allí, roca caliza, recogida en la misma comarca y las piñas representan el arboreto que creó mi padre y hemos conservado hasta hoy.

Cerramos el círculo con el kakemono con un mensaje de longevidad que representa el cielo donde quiero pensar que ellos velan por nosotros, y seguro que comprenden nuestras razones. Kakemono, piedra y bonsai que representan y unen por el mismo orden como reza la filosofía oriental Cielo, tierra y hombre. Espero que os haya gustado y ruego disculpas a todos por historia tan particular y privada.

En la interpretación pública, aprovecho aquí para agradecer también a los asistentes sus comentarios, los de Carlos siempre acertados y didácticos y los de mis compañeros. Me dejé en el tintero responder al comentario de Carmen sobre los colores de la maceta y la mesa y aprovecho ahora: ya cuando trasplanté este pruno elegí ese color a propósito, pensando en el color del jardín de mi padre y el pruno es el único del jardín situado en un gran alcorque en una terraza, los demás están libres sobre el terreno, el color claro de la mesa elegido para exponerlo, representa esta terraza.

Me quedo también con otra interpretación de un compañero muy curiosa, el mensaje del kakemono que he elegido, está compuesto casualmente por 11 letras representándonos a cada uno de nosotros y la letra de mayor tamaño, añado yo, por encima como la copa, sería inevitablemente nuestro amigo pisardii.

1 comentario

Luis -

Maravilloso artículo, con un tono melancólico y profundo. Evoca las noches de Sigüenza y los cálidos abrazos de nuestros seres queridos.